Texto: Blanca Doménech
Dirección: Ernesto Caballero
La crisis financiera mundial está planteando cuestiones éticas relativas a quién paga por el daño infligido y quiénes son los responsables de ella. Los escándalos financieros están alcanzando proporciones enormemente destructivas causadas por las fechorías de sus líderes, exponiendo la cuestión de cómo estas organizaciones están capitaneadas con frecuencia por impostores y corruptos. Boomerang surgió de esta constatación como un ejercicio de reflexión sobre los modelos de conducta exitosos que imperan en el sistema capitalista, entre los que destaca, probablemente por encima de todos, el comportamiento psicopático. Un ejercicio al que me he entregado como autora, pero al que se han lanzado también –con gran pasión- todo el equipo de Escritos en Escena, desde el director y los actores, hasta el último de los técnicos. A todos ellos, les debo que Boomerang exista. Gracias.
La obra se sitúa en una enorme ciudad financiera y sus personajes pertenecen a la cúpula, a la élite del poder. Es el punto de partida de una trama donde se despliega un deseo irreprimible de sentir dominio y control a través de provocar dolor a otros, donde todo se mueve por el interés y no por los afectos. Un lugar en el que lo emocional supone un auténtico estorbo para los intereses de mercado. Estos factores, sin embargo, no convierten a los personajes en seres monstruosos, carentes de atractivo e inteligencia. Muy al contrario, son grandes creadores de atmósferas fascinantes y embriagadoras. Y, aunque existe un espíritu crítico de trasfondo, en la base creativa de Boomerang siempre ha persistido no sólo el análisis de estos modelos psicopáticos para alcanzar el éxito, sino también el intento por tratar a estos personajes como seres humanos. Tal vez somos nosotros quienes deberíamos preguntarnos en qué medida admiramos, envidiamos e imitamos a estos seres que se comportan como dioses. ¿Acaso nuestro ansia de dominio vale tanto como para vivir en un mundo sin auténticas emociones?Blanca Doménech