Galdós quiso hacer una metáfora de la España de su tiempo: la imaginaria ciudad de Orbajosa era toda una nación menguada, arcaica, ensimismada, y la dolencia que aquejaba a los personajes del relato la propia de un país enfermo de atraso y superstición. Este planteamiento simbolista lo desarrolló, no obstante, con un inequívoco empeño realista que se exacerba, como en Cervantes o en
La Celestina, hasta lo tragicómico.
Escrita por un joven novelista exasperado ante el fracaso del proyecto liberal que pretendía modernizar la España de su época,
Doña Perfecta anticipa el anhelo de regeneración de nuestra vida política y social característico de toda la literatura noventayochista. El autor, en principio, toma partido a favor de Pepe Rey, un joven ingeniero portador de valores ilustrados contrapuestos al dogma y al cerrilismo localista de los orbajosenses; sin embargo, a medida que progresa la acción de la trama y aumenta la desavenencia entre éste y doña Perfecta, la obra adquiere tintes trágicos y tanto sus protagonistas como sus antagonistas terminan siendo víctimas y culpables a un mismo tiempo de un
fatum que acaso no sea otro que el de nuestra convulsa y atribulada Historia.
Ernesto Caballero