Texto: Daniel Remón
Dirección: Daniel Remón
España. El salón de una casa de pueblo atrapada en el tiempo.
Se oye la comparsa, la orquesta, las tradiciones.
Se oyen moscas. Un tractor. El Tour de Francia.
Pesadas persianas de madera cerrándose para que no entre la luz, y con la luz el fuego del verano. Las fiestas, en pleno agosto.
El tiempo lo marca un calendario de cooperativa. Los días y los santos.
Una mesa redonda con un brasero para el invierno.
Ahora no hay brasero. Estamos a cuarenta grados. La mesa está cubierta por un mantel de terciopelo que una vez fue rojo y hoy se ve desteñido, del color de la muleta de un torero venido a menos, agujereado por colillas.
Huele a eso, a tabaco y a polvo. A pis. A alcohol de alta graduación.
Todo forma parte de la misma casa y el mismo estilo de vida. El de un hombre viudo, a punto de jubilarse. El hombre se llama Elías y es guarda forestal.
Aquí vive con su hijo, que se llama como él y lleva meses en paro, y su nuera, Rebeca, que trabaja de cajera en el supermercado del pueblo.
A la familia se suma Ismael, el hermano menor, que está de visita.
Es el único que ha logrado estudiar y escapar.
Su padre, contra todo pronóstico, también ha escapado. O al menos ha desaparecido.
Lo ha hecho de pronto y sin motivo. Nadie da con el guarda forestal.
Sus hijos y su nuera le buscan sin buscarle. Sin fe.