Dirección: Angélica Liddell
Todo es santo
«Lo sagrado es el gran desafío a la razón, en este desafío se encuentra según Blake, la Energía Originaria, la verdadera transgresión de la ley. La sacralización del amado es el asunto principal de la mística. Esa distancia entre la vida poética y la vida calculada de lo cotidiano es LO MÍSTICO. “Todo es santo”, dice Pasolini. La mística procede del exilio que el enamorado se impone, a puerta cerrada, y la consecuencia es una emancipación de todas las representaciones de la vida humana ordenada. Las fotos responden a esa emancipación, a esa libertad de un alma presa. Para Baudelaire el amor se confunde con la religión, y su culto requiere templos y altares, sacrificios y sangre. “España tiene en su religión la crueldad natural del amor” escribe el poeta en su diario intimo. El amor es el MAL deseado porque permite la aparición de las emociones (la toma de conciencia de la vida), que al mismo tiempo supone la destrucción del hombre. Y la armonía se restablece en la muerte, tal como ocurre en las fotografías.»
Angélica Liddell
«Normalmente nos aproximamos a la obra de Angélica Liddell a través de sus creaciones para la escena. Esto es lo habitual: panorámicas amplias y complejas. Es como pararse en un mirador a observar el gran paisaje que se extiende a nuestros pies. Otra cosa es cuando caminas por ese mismo paisaje y se van acumulando impresiones e imágenes del paisaje. Aquí, ante estas fotografías y este poemario, accedemos de otra manera al paisaje poético de Angélica.
Ver estas fotos es como abrir una pequeña puerta en el gran escenario, como si pudiéramos escurrirnos por ella y asistir a la obra de Angélica sin la ampliación que conlleva el escenario; como espías infiltrados en los parajes del delirio amoroso de sus últimas obras. En la escena nos muestra, y aquí ante sus fotos nos permite entrar de golpe en un instante íntimo; sabemos que es solo eso, un instante de todo un movimiento inmenso e inabarcable, que permanece oculto e inaccesible como el gran bosque ante el paseante.
Siempre he encontrado que en lo que de forma equívoca se suele llamar obra menor, siempre desde la óptica del volumen, del mercado y nunca desde el relato de cada obra, se encuentran las grietas que nos permiten acceder de una manera directa a aquello que es raíz y esencia de la poética del artista. La obra de un artista es un banco de conocimiento, y si la manera de acceder a él es plural, por la diversidad de soportes y formatos, nos amplía ese conocimiento.
Con esta muestra tenemos sin duda el privilegio de entrar por otra puerta a ese vasto mundo que encierra la obra de Angélica Liddell.»
Carlos Marquerie