Fuga de cuerpos podría definirse como una comedia romántica que no hace ninguna gracia. Igual que una casete (se trata de una historia generacional), posee dos caras: A, el punto de vista de ella; B, el de él. El anverso de la fuga de cerebros es el “precariado” emocional, la promiscuidad como huida hacia delante. El feminismo busca la complicidad de esa risa que, como dijo Baudelaire, rompe y quema los labios, para abordar, en la madrugada, temas como la prostitución, la paternidad responsable y el aborto.