Hace tiempo que al pensar en Nora, la protagonista de Casa de muñecas de Ibsen pienso en mi abuela. ¿Y si mi abuela fuera Nora? ¿Y si a través de Nora contáramos las historias de nuestras abuelas? Las vidas que Nora pudo vivir después de abandonar a su familia, quién era antes de conocer a su marido, quiénes fueron sus hijos cuando ella se fue, como hay una vida que no vives, porque elegiste otra.
Nuestra Nora es una mujer ventanera de postguerra, pero en realidad, es una mujer de un cuadro de Hopper. Una mujer cualquiera, mirando a través de una ventana. Porque detrás de una ventana, hay siempre una aventura esperándote.
Nora, desde el interior de su casa se conecta con la vida a través de la radio: escuchar a escondidas radionovelas policiacas, sorprenderse bailando en el salón, hacer de ella las canciones de la Piquer. Y que el público, sea el público de entonces, en un concurso en directo.
Nora, 1959 habla del derecho de las personas a decidir qué hacer con su vida. En el siglo XIX y el XXI. El prodigio de nuestra versión, es que después del portazo, sale el sol.
Lucía Miranda