Este texto de Nieva es lengua y lenguaje, ya que une la belleza del idioma a la acción de un teatro de siempre, con el aliciente de presentarnos dos metáforas que no han perdido un ápice de actualidad con el paso del tiempo.
Una es fruto del propio espacio y tiempo donde el autor sitúa la trama: la ciudad de Nápoles en torno a 1640, relatada de manera excelente por el Duque de Rivas en un capítulo de su obra que lleva por título
Sublevación de Nápoles, capitaneada por Masanielo, en donde apreciamos cómo el concepto de "indignados" está muy presente en el discurrir histórico de los pueblos.
El otro tema, de no menor actualidad, lo representa el choque de dos concepciones artísticas que siempre han estado confrontándose de muy diversas maneras a lo largo de la Historia del Arte. Por un lado los seguidores del llamado realismo y, por otro, los de la ficción poética.
En suma, una dramaturgia como detonadora de fábulas en la que la fiesta del teatro debe
estar siempre presente como un terremoto que acompañe a la acción a través de unos
personajes de siglos pasados pero que reflexionan como actores de nuestro complejo presente.
Guillermo Heras