“Para los poetas y dramaturgos, en vez de homenajes yo organizaría ataques y desafíos en los cuales se nos dijera gallardamente y con verdadera saña: ¿A qué no te atreves a hacer esto?”, escribe Federico García Lorca en su “Charla sobre teatro”.
Y esa pregunta me acompaña desde que me decidí a montar “Bodas de sangre”.
¿Me atrevo a hacer esto? O mejor: qué sentido tiene que yo haga esto.
¿Cómo hacer un Lorca en presente?
Como suele suceder con los autores cuyos apellidos derivan en adjetivos, la figura y la obra de Federico García Lorca son infinitamente más complejas que lo que el discurso hegemónico -ese atenuador de potencias- pretende.
Poniendo el foco en algunas zonas, disimulando o apropiándose de otras se ha ido construyendo una idea acerca de “lo lorquiano” que funciona como interferencia a la hora de pensar a Lorca.
Y entonces veo que tiene todo el sentido hacerlo. El sentido de cumplir con el deseo (con el destino). De olvidar todo prejuicio y de poder establecer un diálogo entre esos textos y el presente de nuestros cuerpos.
Encontrar ahí el sentido: en nuestros sentidos, encarnando esas palabras.
Porque “cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque".
Producción: Centro Dramático Nacional