En esta obra he procurado que la fuerza de las situaciones dramáticas surja de de los contrastes y que el ritmo de éstos, lento en los interiores o rápido en la calle según las exigencias del drama, vaya creando el gran personaje que condiciona todo lo demás. Ese personaje es el ambiente: un ambiente que adquiere un poder asfixiante, desvitalizador. Todo va conduciendo a unas patéticas campanadas finales.
No. La vida no puede caminar llevando en los tobillos unos prejuicios, unos pequeños seudodogmas que, como grilletes, le dificultan el devenir.
Lauro Olmo